viernes, 28 de agosto de 2009

Dragon Quest Swords: La reina enmascarada, la torre de los espejos y la espada que hace lo que le da la gana

La primera, y de momento única (aún queda para Dragon Quest X), incursión de la consola blanca en el universo Dragon Quest es un juego de acción on rails que cambia las habituales pistolas de este género por la espada y el escudo, sin olvidar los niveles y estadísticas de personaje propios de los juegos de rol. El juego parte de una gran idea que casi se queda por el camino de lo que planteaba por culpa de una detección de movimientos insuficiente. He empezado por lo peor, que en un título de estas características es un punto muy importante, pero quede claro que no considero a este Dragon Quest un mal juego. Divierte, y mucho.

También hay que avisar a los poco enterados, que esta entrega se aparta bastante del estilo de la saga troncal. Es un juego mucho más esquemático, lineal y más directo. El elemento de exploración es casi inexistente: se reduce a algunas bifurcaciones a lo largo del camino, pero como buen on rails sólo podremos desplazarnos hacia delante, matando a los bichos que se nos crucen. Eso sí, como en los juegos de rol por turnos, la acción se detiene y no podremos continuar hasta que cada batalla finalice. Sólo hay una ciudad, donde comprar y vender y desde donde accedes a las diferentes fases. En cada una de las 8 fases espera un enemigo y una cutscene, y tienes el aliciente de poder repetir las pantallas para subir experiencia o batir tus propios records. Con el mando mueves la espada, y con cierto botón activas el escudo que mueves por la pantalla según el punto donde se dirija el ataque de los monstruos. DQ: Swords, es un juego que puedes jugar con una sola mano, por mal que suene esto. A medida que avanzas, las estrategias a seguir son más variadas, y para minimizar tus daños recibidos debes alternar sabiamente el ataque con el bloqueo. Un sistema de juego muy divertido, que de momento sólo tiene sentido en la Wii.

Y aquí viene el punto flojo del juego. Acabarse el juego de manera normal no da muchos problemas. Cuestión de práctica y de echarse las 10 horas de juego que dura la aventura. Lo malo viene cuando se juntan sus deficiencias en el control y las posibilidades de exprimir el juego que se abren cuando te lo terminas. Es decir, que los nuevos desafios que aparecen como extra, nuevos jefes cada vez más jodidos y la necesidad de ganar orgullo consiguiendo la calificación "S" en todos los niveles se puede llegar a convertir en una tarea titánica. Sobre todo en lo de los jefes secretos. Y es que el juego tiene varios tipos de tajos que tú mismo puedes variar según el movimiento del mando: vertical, horizontal y diagonal en ambos sentidos, además del tajo frontal. Sobre la teoría, bien, pero en la práctica, conseguir siempre la dirección que quieres no es tan fácil. Suele fastidiar sobretodo en los momentos críticos en que necesitas hacer un tipo concreto de tajo para devolver los ataques o cargarte tres monstruos que se acercan hacia tí muy rápidos. Y en el momento que escribo esto, aún estoy en estos jefes secretos, mucho más rápidos, más fuertes, y por supuesto con muchos de estos ataques que necesitas devolver. Claro, que esto son partes del juego opcionales, que sólo los muy fanáticos querrán completar, ¿no? Discrepo: en un juego tan corto, el mayor aliciente es precisamente exprimir todas estás posibilidades que lo alargan más allá de las 10 horas. Lástima que la curva de dificultad se convierte de repente en un ángulo recto.

En el fondo es un juego que provoca sentimientos adversos, lo amas cuando te lo pasas bien y te enganchas a lo de subir niveles y comprar nuevo equipo, pero cada vez que un tajo horizontal se convierte en uno vertical, o peor, en un tajo frontal, ahí es cuando lo odias. Es el único juego en el que cuanto más tiempo llevas jugando, más dificil es dominarlo.

Y las agujetas en el brazo ya casi se me han pasado.

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